Francisco aborda los «tres elementos fundamentales del martirio»: lo primero, se trata de quienes dan su vida «para no renegar de su fe» incluso «un cristiano no bautizado, pero cristiano de corazón» sufriendo «una muerte violenta y prematura». Segundo, es «perpetrada por un ejecutor, movido por el odio contra la fe u otra virtud ligada a ella». El tercer elemento es la «inesperada actitud de caridad, paciencia y mansedumbre, a imitación de Jesús crucificado» asumida por la víctima.