La Oficina de Prensa del Vaticano publicó este 4 de octubre, día de San Francisco de Asís, la nueva exhortación apostólica del Papa Francisco titulada Laudate Deum (Alaben a Dios) sobre la crisis climática.

En el texto, de poco más de 12 páginas (en español), el Santo Padre recuerda que han transcurrido ocho años desde que apareció su encíclica Laudato si’ (Alabado seas) en 2015, sobre el cuidado de la casa común, y que escribe esta nueva exhortación ante la falta de “reacciones suficientes mientras el mundo que nos acoge se va desmoronando y quizás acercándose a un punto de quiebre”.

Fuente: https://www.aciprensa.com/

La Santa Sede

EXHORTACIÓN APOSTÓLICA

LAUDATE DEUM

DEL SANTO PADRE
FRANCISCO

A TODAS LAS PERSONAS DE BUENA VOLUNTAD
SOBRE LA CRISIS CLIMÁTICA

1. «Alaben a Dios por todas sus criaturas». Esta era la invitación que hacía san Francisco de Asís
con su vida, con sus cánticos, con sus gestos. Así recogía la propuesta de los salmos de la Biblia
y reproducía la sensibilidad de Jesús ante las criaturas de su Padre: «Miren los lirios del campo,
cómo van creciendo sin fatigarse ni tejer. Yo les aseguro que ni Salomón, en el esplendor de su
gloria, se vistió como uno de ellos» (Mt 6,28-29). «¿No se venden acaso cinco pájaros por dos
monedas? Sin embargo, Dios no olvida a ninguno de ellos» (Lc 12,6). ¡Cómo no admirar esta
ternura de Jesús ante todos los seres que nos acompañan en el camino!

2. Han pasado ya ocho años desde que publiqué la Carta encíclica Laudato si’, cuando quise
compartir con todos ustedes, hermanas y hermanos de nuestro sufrido planeta, mis más sentidas
preocupaciones sobre el cuidado de la casa común. Pero con el paso del tiempo advierto que no
tenemos reacciones suficientes mientras el mundo que nos acoge se va desmoronando y quizás
acercándose a un punto de quiebre. Más allá de esta posibilidad, es indudable que el impacto del
cambio climático perjudicará de modo creciente las vidas y las familias de muchas personas.
Sentiremos sus efectos en los ámbitos de la salud, las fuentes de trabajo, el acceso a los
recursos, la vivienda, las migraciones forzadas, etc.

3. Es un problema social global que está íntimamente relacionado con la dignidad de la vida
humana. Los obispos de Estados Unidos manifestaron muy bien el sentido social de nuestra
preocupación por el cambio climático que va más allá de un planteo meramente ecológico, porque
«nuestro cuidado mutuo y nuestro cuidado de la tierra están íntimamente unidos. El cambio
climático es uno de los principales desafíos a los que se enfrentan la sociedad y la comunidad
mundial. Los efectos del cambio climático son soportados por las personas más vulnerables, ya
sea en casa o en todo el mundo». En pocas palabras lo dijeron también los obispos en el
Sínodo para la Amazonia: «Los atentados contra la naturaleza tienen consecuencias contra la
vida de los pueblos».  Y para expresar de modo contundente que ya no se trata de una
cuestión secundaria o ideológica sino de un drama que nos daña a todos, los obispos africanos
afirmaron que el cambio climático pone de manifiesto «un impactante ejemplo de pecado
estructural». 

4. La reflexión y la información que podemos recoger de estos últimos ocho años, nos permite
precisar y completar lo que podíamos afirmar tiempo atrás. Por esta razón, y porque la situación
se vuelve más imperiosa todavía, he querido compartir con ustedes estas páginas.

1. La crisis climática global

5. Por más que se pretendan negar, esconder, disimular o relativizar, los signos del cambio
climático están ahí, cada vez más patentes. Nadie puede ignorar que en los últimos años hemos
sido testigos de fenómenos extremos, períodos frecuentes de calor inusual, sequía y otros
quejidos de la tierra que son sólo algunas expresiones palpables de una enfermedad silenciosa
que nos afecta a todos. Es verdad que no cabe atribuir de modo habitual cada catástrofe concreta
al cambio climático global. Sin embargo, sí es verificable que determinados cambios en el clima
provocados por la humanidad aumentan notablemente la probabilidad de fenómenos extremos
cada vez más frecuentes e intensos. Por eso sabemos que cada vez que aumente la temperatura
global en 0,5 grados centígrados, aumentarán también la intensidad y la frecuencia de grandes
lluvias y aluviones en algunas zonas, sequías severas en otras, calores extremos en ciertas
regiones y grandes nevadas en otras. [4] Si hasta ahora podíamos tener olas de calor algunas
veces al año, ¿qué pasaría con un aumento de la temperatura global de 1,5 grados centígrados,
del cual estamos cerca? Esas olas de calor serán mucho más frecuentes y con mayor intensidad.
Si llega a superar los 2 grados, se derretirían totalmente las capas de hielo de Groenlandia y de
buena parte de la Antártida, [5] con enormes y gravísimas consecuencias para todos.

Resistencias y confusiones

6. En los últimos años no han faltado personas que pretendieron burlarse de esta constatación.
Mencionan supuestos datos científicamente sólidos, como el hecho de que el planeta siempre
tuvo y tendrá períodos de enfriamiento y de calentamiento. Olvidan mencionar otro dato relevante:
que lo que estamos verificando ahora es una inusual aceleración del calentamiento, con una
velocidad tal que basta una sola generación —no siglos ni milenios— para constatarlo. El
aumento del nivel del mar y el derretimiento de los glaciares pueden ser fácilmente percibidos por
una persona a lo largo de su vida, y probablemente en pocos años muchas poblaciones deberán
trasladar sus hogares a causa de estos hechos.

7. Para ridiculizar a quienes hablan del calentamiento global, se acude al hecho de que suelen
verificarse fríos también extremos. Se olvida que éste y otros síntomas extraordinarios no son
más que diversas expresiones alternativas de la misma causa: el desajuste global que provoca el
calentamiento del planeta. Tanto las sequías como las inundaciones, tanto los lagos que se secan
como las poblaciones arrasadas por maremotos o desbordes, tienen en definitiva el mismo
origen. Por otra parte, si hablamos de un fenómeno global no podemos confundirlo con eventos
transitorios y cambiantes, que se explican en buena parte por factores locales.

8. La falta de información lleva a confundir las grandes proyecciones climáticas que suponen
períodos largos —hablamos al menos de décadas— con las previsiones meteorológicas que a lo
sumo pueden abarcar algunas semanas. Cuando hablamos del cambio climático nos referimos a
una realidad global —con constantes variaciones locales— que persiste durante varias décadas.

9. Con la pretensión de simplificar la realidad, no faltan quienes responsabilizan a los pobres
porque tienen muchos hijos y hasta pretenden resolverlo mutilando a las mujeres de países
menos desarrollados. Como siempre, pareciera que la culpa es de los pobres. Pero la realidad es
que un bajo porcentaje más rico del planeta contamina más que el 50% más pobre de toda la
población mundial, y que la emisión per cápita de los países más ricos es muchas veces mayor
que la de los más pobres. [6] ¿Cómo olvidar que África, que alberga más de la mitad de los más
pobres del planeta, es responsable de una mínima parte de las emisiones históricas?

10. También suele decirse que los esfuerzos por mitigar el cambio climático, reduciendo el uso de
combustibles fósiles y desarrollando formas de energía más limpias, provocará una reducción de
los puestos de trabajo. Lo que ocurre es que millones de personas pierden su empleo debido a
las diversas consecuencias del cambio climático: tanto el aumento del nivel del mar como las
sequías y muchos otros fenómenos que afectan al planeta, han dejado a mucha gente a la deriva.
Por otra parte, la transición hacia formas renovables de energía, bien gestionada, así como todos
los esfuerzos de adaptación a los daños del cambio climático, son capaces de generar
innumerables puestos de trabajo en diferentes sectores. Esto requiere que los políticos y
empresarios estén ahora mismo ocupándose de ello.

Las causas humanas

11. Ya no se puede dudar del origen humano —“antrópico”— del cambio climático. Veamos por
qué. La concentración de gases de efecto invernadero en la atmósfera, que por ese efecto
provocan el calentamiento de la tierra, se mantuvo estable hasta el siglo XIX, por debajo de las
300 partes por millón en volumen. Pero a mediados de ese siglo, en coincidencia con el desarrollo
industrial, comenzaron a crecer las emisiones. En los últimos cincuenta años el aumento se
aceleró notablemente, como lo ha certificado el observatorio de Mauna Loa, que toma medidas
diarias de dióxido de carbono desde el año 1958. Mientras escribía la Laudato si’ se alcanzó el
máximo de la historia —400 partes por millón— hasta llegar en junio de 2023 a las 423 partes por
3 millón. [7] Más del 42% del total de las emisiones netas a partir del año 1850 se produjeron
después de 1990. [8]

12. Al mismo tiempo verificamos que en los últimos cincuenta años la temperatura aumentó con
una velocidad inédita, sin precedentes en los últimos dos mil años. En este período la tendencia
fue de un calentamiento de 0,15 grados centígrados por década, el doble de lo ocurrido en los
últimos 150 años. Desde 1850 hasta hoy la temperatura global aumentó 1,1 grados centígrados,
fenómeno que se amplifica en las áreas polares. A este ritmo, es posible que en diez años
alcanzaremos el límite máximo global deseable de 1,5 grados centígrados. [9] El aumento no se
dio sólo en la superficie terrestre, sino también en varios kilómetros hacia arriba en la atmósfera,
en la superficie de los océanos y aun en profundidades por cientos de metros. Así se incrementó
además la acidificación de los mares y se redujeron sus niveles de oxígeno. Los glaciares se
retraen, disminuye la cobertura nevosa y sube constantemente el nivel del mar. [10]

13. No es posible ocultar la coincidencia de estos fenómenos climáticos globales con el
crecimiento acelerado de la emisión de gases de efecto invernadero sobre todo desde mediados
del siglo XX. Una abrumadora mayoría de científicos especializados en clima sostienen esta
correlación y sólo un ínfimo porcentaje de ellos intenta negar esta evidencia. Lamentablemente la
crisis climática no es precisamente un asunto que interese a los grandes poderes económicos,
preocupados por el mayor rédito posible con el menor costo y en el tiempo más corto que se
pueda.

14. Me veo obligado a hacer estas precisiones, que pueden parecer obvias, debido a ciertas
opiniones despectivas y poco racionales que encuentro incluso dentro de la Iglesia católica. Pero
ya no podemos dudar de que la razón de la inusual velocidad de estos peligrosos cambios es un
hecho inocultable: las enormes novedades que tienen que ver con la desbocada intervención
humana sobre la naturaleza en los dos últimos siglos. Los elementos de origen natural que suelen
provocar calentamiento, como las erupciones volcánicas y otros, son insuficientes para explicar la
proporción y la velocidad de los cambios de las últimas décadas. [11] La evolución de las
temperaturas medias superficiales no se sostiene sin el efecto del aumento de los gases de
efecto invernadero.

Daños y riesgos

15. Algunas manifestaciones de esta crisis climática ya son irreversibles al menos por cientos de
años, como el aumento de la temperatura global de los océanos, su acidificación y disminución de
oxígeno. Las aguas oceánicas tienen una inercia térmica y se requieren siglos para normalizar la
temperatura y la salinidad, lo cual afecta la supervivencia de muchas especies. Este es un signo
entre tantos otros de que las demás criaturas de este mundo han dejado de ser compañeros de
camino para convertirse en nuestras víctimas.

16. Lo mismo hay que decir del proceso que lleva a la disminución del hielo continental. El
derretimiento de los polos no podrá revertirse por cientos de años. En lo que respecta al clima,
hay factores que siguen adelante durante mucho tiempo, independientemente de los hechos que
los hayan desencadenado. Por esta razón, ya no podemos detener el enorme daño que hemos
causado. Sólo estamos a tiempo para evitar daños todavía más dramáticos.

17. Ciertos diagnósticos apocalípticos suelen parecer poco racionales o insuficientemente
fundados. Esto no debería llevarnos a ignorar que la posibilidad de llegar a un punto crítico es
real. Pequeños cambios pueden provocar cambios mayores, imprevistos y quizás ya irreversibles,
debido a los factores de inercia. Así se terminaría desencadenando una cascada de
acontecimientos que se precipiten como una bola de nieve. En un caso así siempre se llegará
tarde, porque ninguna intervención podrá detener el proceso ya iniciado. De allí no se regresa. No
podemos afirmar con certeza que en las condiciones actuales esto vaya a suceder. Sí es seguro
que no deja de ser una posibilidad si tenemos en cuenta fenómenos ya en curso que
“sensibilizan” al clima, como la disminución de los hielos, las modificaciones de flujos oceánicos,
la deforestación en las selvas tropicales, el derretimiento del permafrost en Rusia, etc. [12]

18. Por consiguiente, urge una mirada más amplia que nos permita no sólo admirarnos por las
maravillas del progreso, sino también es apremiante prestar atención a otros efectos que
probablemente ni siquiera podían imaginarse un siglo atrás. Se nos pide nada más que algo de
responsabilidad ante la herencia que dejaremos tras nuestro paso por este mundo.

19. Finalmente podemos agregar que la pandemia del covid-19 ha constatado la estrecha relación
de la vida humana con la de otros seres vivientes y con el medio ambiente. Pero en especial ha
confirmado que lo que ocurre en cualquier lugar del mundo tiene repercusiones en todo el
planeta. Esto me permite repetir dos convicciones en las cuales insisto hasta el cansancio: “todo
está conectado” y “nadie se salva solo”.

2. Más paradigma tecnocrático

20. En Laudato si’ ofrecí un breve desarrollo acerca del paradigma tecnocrático que está detrás
del proceso actual de degradación del ambiente. Es «un modo de entender la vida y la acción
humana que se ha desviado y que contradice la realidad hasta dañarla». [13] En el fondo consiste
en pensar «como si la realidad, el bien y la verdad brotaran espontáneamente del mismo poder
tecnológico y económico». [14] Como lógica consecuencia, «de aquí se pasa fácilmente a la idea
de un crecimiento infinito o ilimitado, que ha entusiasmado tanto a economistas, financistas y
tecnólogos». [15]

21. Durante los últimos años hemos podido confirmar este diagnóstico al mismo tiempo que
hemos asistido a un nuevo avance de dicho paradigma. La inteligencia artificial y las últimas
novedades tecnológicas parten de la idea de un ser humano sin límite alguno, cuyas capacidades
5 y posibilidades podrían ser ampliadas hasta el infinito gracias a la tecnología. Así, el paradigma
tecnocrático se retroalimenta monstruosamente.

 

22. Sin duda no son ilimitados los recursos naturales que requiere la tecnología, como el litio, el
silicio y tantos otros, pero el mayor problema es la ideología que subyace a una obsesión:
acrecentar el poder humano más allá de lo imaginable, frente al cual la realidad no humana es un
mero recurso a su servicio. Todo lo que existe deja de ser un don que se agradece, se valora y se
cuida, y se convierte en un esclavo, en víctima de cualquier capricho de la mente humana y sus
capacidades.

23. Provoca escalofríos advertir que las capacidades ampliadas por la tecnología «dan a quienes
tienen el conocimiento, y sobre todo el poder económico para utilizarlo, un dominio impresionante
sobre el conjunto de la humanidad y del mundo entero. Nunca la humanidad tuvo tanto poder
sobre sí misma y nada garantiza que vaya a utilizarlo bien, sobre todo si se considera el modo
como lo está haciendo […]. ¿En manos de quiénes está y puede llegar a estar tanto poder? Es
tremendamente riesgoso que resida en una pequeña parte de la humanidad». [16]

Repensar nuestro uso del poder

24. No todo aumento de poder es un progreso para la humanidad. Basta pensar en las
tecnologías “admirables” que fueron utilizadas para diezmar poblaciones, lanzar bombas
atómicas, aniquilar etnias. Fueron momentos históricos donde la admiración ante el progreso no
dejaba ver lo horroroso de sus efectos. Pero este riesgo está siempre presente, porque «el
inmenso crecimiento tecnológico no estuvo acompañado de un desarrollo del ser humano en
responsabilidad, valores, conciencia […]. Está desnudo y expuesto frente a su propio poder, que
sigue creciendo, sin tener los elementos para controlarlo. Puede disponer de mecanismos
superficiales, pero podemos sostener que le falta una ética sólida, una cultura y una espiritualidad
que realmente lo limiten y lo contengan en una lúcida abnegación». [17] No es extraño que un
poder tan grande en semejantes manos sea capaz de arrasar con la vida, mientras la matriz de
pensamiento propia del paradigma tecnocrático nos enceguece y no nos permite advertir este
gravísimo problema de la humanidad actual.

25. En contra de este paradigma tecnocrático decimos que el mundo que nos rodea no es un
objeto de aprovechamiento, de uso desenfrenado, de ambición ilimitada. Ni siquiera podemos
decir que la naturaleza es un mero “marco” donde desarrollamos nuestra vida y nuestros
proyectos, porque «estamos incluidos en ella, somos parte de ella y estamos interpenetrados»,
[18] de manera que «el mundo no se contempla desde fuera sino desde dentro». [19]

26. Esto mismo excluye la idea de que el ser humano sea un extraño, un factor externo sólo
capaz de dañar el ambiente. Debe ser considerado como parte de la naturaleza. La vida humana,
la inteligencia y la libertad integran la naturaleza que enriquece a nuestro planeta y son parte de
6 sus fuerzas internas y de su equilibrio.

27. Por eso un ambiente sano también es producto de la interacción del ser humano con el
ambiente, como ocurre en las culturas indígenas y como ha ocurrido durante siglos en distintas
regiones de la tierra. Los grupos humanos muchas veces han “creado” ambiente, [20] lo han
remodelado de alguna manera sin destruirlo ni ponerlo en peligro. El gran problema actual es que
el paradigma tecnocrático ha destrozado esta sana y armónica relación. De todos modos, la
indispensable superación de ese paradigma tan dañino y destructivo no se encontrará en una
negación del ser humano, sino que incluye la interacción de los sistemas naturales «con los
sistemas sociales». [21]

28. Necesitamos repensar entre todos la cuestión del poder humano, cuál es su sentido, cuáles
son sus límites. Porque nuestro poder ha aumentado frenéticamente en pocas décadas. Hemos
hecho impresionantes y asombrosos progresos tecnológicos, y no advertimos que al mismo
tiempo nos convertimos en seres altamente peligrosos, capaces de poner en riesgo la vida de
muchos seres y nuestra propia supervivencia. Cabe repetir hoy la ironía de Soloviev: «Un siglo
tan avanzado que era también el último». [22] Hace falta lucidez y honestidad para reconocer a
tiempo que nuestro poder y el progreso que generamos se vuelven contra nosotros mismos. [23]

El aguijón ético

29. La decadencia ética del poder real se disfraza gracias al marketing y la información falsa,
mecanismos útiles en manos de quienes tienen mayores recursos para incidir en la opinión
pública a través de ellos. Con la ayuda de estos mecanismos, cuando se piensa iniciar un
emprendimiento con fuerte intervención sobre el ambiente y altos efectos contaminantes, se
ilusiona a los pobladores de la zona hablando del progreso local que podrá generarse o de las
posibilidades económicas, laborales y de promoción humana que esto significará para sus hijos.
Pero en realidad no parece interesarles de verdad el futuro de estas personas, porque no se les
dice con claridad que detrás de ese emprendimiento quedarían una tierra arrasada; unas
condiciones mucho más desfavorables para vivir y prosperar; una región desolada, menos
habitable, sin vida y sin la alegría de la convivencia y de la esperanza; además del daño global
que termina perjudicando a muchos más.
30. Basta pensar en el efímero entusiasmo del dinero que se recibió a cambio de depositar en un
lugar residuos nucleares. La casa que se pudo comprar con ese dinero se convirtió en una tumba
a causa de las enfermedades que se desencadenaron. Y no hablo movido por una imaginación
desbordada sino a partir de algo que hemos vivido. Podría decirse que se trata de un ejemplo
extremo, pero no cabe hablar aquí de daños “menores”, porque es precisamente la sumatoria de
muchos daños que se consideran tolerables lo que termina llevándonos a la situación en la que
ahora nos encontramos.

 

31. Esta situación no tiene que ver sólo con la física o la biología, sino también con la economía y
nuestro modo de concebirla. La lógica del máximo beneficio con el menor costo, disfrazada de
racionalidad, de progreso y de promesas ilusorias, vuelve imposible cualquier sincera
preocupación por la casa común y cualquier inquietud por promover a los descartados de la
sociedad. En los últimos años podemos advertir que, aturdidos y extasiados frente a las promesas
de tantos falsos profetas, a veces los mismos pobres caen en el engaño de un mundo que no se
construye para ellos.

32. Se desarrollan planteos equivocados en torno a la llamada “meritocracia”, convertida en un
“merecido” poder humano al que todo debe someterse, en un dominio de los que nacieron con
mejores condiciones de desarrollo. Una cosa es un sano planteo sobre el valor del esfuerzo, el
desarrollo de las propias capacidades y un loable espíritu de iniciativa, pero si no se busca una
real igualdad de oportunidades esto se convierte fácilmente en una pantalla que consolida más
aún los privilegios de unos pocos con mayor poder. Dentro de esta lógica perversa, ¿qué les
importa el daño a la casa común si ellos se sienten seguros bajo la supuesta armadura de los
recursos económicos que han conseguido con su capacidad y con su esfuerzo?

33. En la propia conciencia, y ante el rostro de los hijos que pagarán el daño de sus acciones,
aparece la pregunta por el sentido: ¿qué sentido tiene mi vida, qué sentido tiene mi paso por esta
tierra, qué sentido tienen, en definitiva, mi trabajo y mi esfuerzo?

3. La debilidad de la política internacional

34. Si bien «la historia da muestras de estar volviendo atrás […] cada generación ha de hacer
suyas las luchas y los logros de las generaciones pasadas y llevarlas a metas más altas aún. Es
el camino. El bien, como también el amor, la justicia y la solidaridad, no se alcanzan de una vez
para siempre; han de ser conquistados cada día». [24] Para que haya avances sólidos y
duraderos, me permito insistir que «deben ser favorecidos los acuerdos multilaterales entre los
Estados». [25]

35. No es conveniente confundir el multilateralismo con una autoridad mundial concentrada en
una persona o en una élite con excesivo poder: «Cuando se habla de la posibilidad de alguna
forma de autoridad mundial regulada por el derecho no necesariamente debe pensarse en una
autoridad personal». [26] Hablemos sobre todo de «organizaciones mundiales más eficaces,
dotadas de autoridad para asegurar el bien común mundial, la erradicación del hambre y la
miseria, y la defensa cierta de los derechos humanos elementales». [27] La cuestión es que
deben estar dotadas de autoridad real de manera que se pueda “asegurar” el cumplimiento de
algunos objetivos irrenunciables. De este modo se daría lugar a un multilateralismo que no
dependa de las circunstancias políticas cambiantes o de los intereses de unos pocos y que tenga
una eficacia estable.

36. Sigue siendo lamentable que las crisis mundiales sean desaprovechadas cuando serían la
ocasión para provocar cambios saludables. [28] Es lo que ocurrió en la crisis financiera de 2007-
2008 y ha vuelto a ocurrir en la crisis del covid-19. Porque «las verdaderas estrategias que se
desarrollaron posteriormente en el mundo se orientaron a más individualismo, a más
desintegración, a más libertad para los verdaderos poderosos que siempre encuentran la manera
de salir indemnes». [29]

Reconfigurar el multilateralismo

37. Más que salvar el viejo multilateralismo, parece que el desafío actual está en reconfigurarlo y
recrearlo teniendo en cuenta la nueva situación mundial. Los invito a reconocer que «tantas
agrupaciones y organizaciones de la sociedad civil ayudan a paliar las debilidades de la
Comunidad internacional, su falta de coordinación en situaciones complejas, su falta de atención
frente a derechos humanos». [30] Por ejemplo, el proceso de Ottawa contra el uso, producción y
manufactura de las minas antipersonales es un ejemplo que muestra cómo la sociedad civil con
sus organizaciones es capaz de crear dinámicas eficientes que las Naciones Unidas no logran.
De este modo, se aplica el principio de subsidiariedad también a la relación mundial-local.

38. A mediano plazo, la globalización favorece intercambios culturales espontáneos, mayor
conocimiento mutuo y caminos de integración de las poblaciones que terminen provocando un
multilateralismo “desde abajo” y no simplemente decidido por las élites del poder. Las exigencias
que brotan desde abajo en todo el mundo, donde luchadores de los más diversos países se
ayudan y se acompañan, pueden terminar presionando a los factores de poder. Es de esperar
que esto ocurra con respecto a la crisis climática. Por eso reitero que «si los ciudadanos no
controlan al poder político —nacional, regional y municipal—, tampoco es posible un control de
los daños ambientales». [31]

39. La cultura posmoderna generó una nueva sensibilidad hacia los que son más débiles y menos
dotados de poder. Esto se conecta con mi insistencia en la Carta encíclica Fratelli tutti sobre el
primado de la persona humana y la defensa de su dignidad más allá de toda circunstancia. Es
otro modo de invitar al multilateralismo en orden a resolver los problemas reales de la humanidad,
procurando ante todo el respeto a la dignidad de las personas de manera que la ética prime por
sobre las conveniencias locales o circunstanciales.

40. No se trata de reemplazar a la política, porque por otro lado las potencias emergentes se
vuelven cada vez más relevantes y de hecho son capaces de obtener resultados importantes en
la resolución de problemas concretos, como algunas de ellas han demostrado en la pandemia.
Precisamente el hecho de que las respuestas a los problemas puedan venir de cualquier país,
aunque sea pequeño, termina presentando al multilateralismo como un camino inevitable.

41. La vieja diplomacia, también en crisis, sigue mostrando su importancia y su necesidad.
9 Todavía no ha logrado generar un modelo de diplomacia multilateral que responda a la nueva
configuración del mundo, pero, si sabe reconfigurarse, debe ser parte de la solución, porque la
experiencia de siglos tampoco puede ser desechada.

42. El mundo se vuelve tan multipolar y a la vez tan complejo que se requiere un marco diferente
de cooperación efectiva. No basta pensar en los equilibrios de poder sino también en la
necesidad de dar respuesta a los nuevos desafíos y de reaccionar con mecanismos globales ante
los retos ambientales, sanitarios, culturales y sociales, especialmente para consolidar el respeto a
los derechos humanos más elementales, a los derechos sociales y al cuidado de la casa común.
Se trata de establecer reglas globales y eficientes que permitan “asegurar” esta tutela mundial.

43. Todo esto supone generar un nuevo procedimiento de toma de decisiones y de legitimación
de esas decisiones, porque el establecido varias décadas atrás no es suficiente ni parece eficaz.
En este marco necesariamente se requieren espacios de conversación, de consulta, de arbitraje,
de resolución de conflictos y de supervisión, y en definitiva una suerte de mayor
“democratización” en el ámbito global para que se expresen e incorporen las variadas situaciones.
Ya no nos servirá sostener instituciones para preservar los derechos de los más fuertes sin cuidar
los de todos.

4. Las conferencias sobre el clima: avances y fracasos

44. Desde hace décadas, representantes de más de 190 países se reúnen periódicamente para
tratar la cuestión climática. La Conferencia de Río de Janeiro de 1992 llevó a la adopción de la
Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (CMNUCC), un tratado que
entró en vigor cuando se alcanzaron las necesarias ratificaciones de los países firmantes en
1994. Estos Estados se reúnen cada año en la Conferencia de las Partes (COP), máximo
organismo para la toma de decisiones. Algunas fueron fracasos, como la de Copenhague (2009),
mientras otras permitieron dar pasos importantes, como la COP3 de Kyoto (1997). Su valioso
Protocolo es el que puso como objetivo reducir las emisiones complexivas de gases de efecto
invernadero un 5% con respecto a 1990. El plazo era el año 2012, pero evidentemente no se
cumplió.

45. Todas las partes se comprometían además a implementar programas de adaptación para
reducir los efectos del cambio climático ya en curso. Se preveía también una ayuda para cubrir
los costos de estas medidas en los países en vías de desarrollo. El Protocolo en realidad entró en
vigor en 2005.

46. Posteriormente se propuso un mecanismo relativo a las pérdidas y los daños (loss and
damage) causados por el cambio climático, que reconoce como principales responsables a los
países más ricos y procura compensar los daños y las pérdidas que el cambio climático produce
en los países más vulnerables. No se trata ya de financiar la “adaptación” de estos países sino de
10 compensarlos por los daños ya sufridos. Esta cuestión fue objeto de importantes discusiones en
varias COP.

47. La COP21 de París (2015) fue otro momento significativo, porque generó un acuerdo que
involucró a todos. Puede considerarse un nuevo comienzo, teniendo en cuenta el incumplimiento
de los objetivos planteados en la etapa anterior. El acuerdo entró en vigor el 4 de noviembre de
2016. Si bien es un acuerdo vinculante, no todas las prescripciones son obligaciones en sentido
estricto y algunas de ellas dan lugar a una amplia discrecionalidad. Por otra parte, aun para las
obligaciones incumplidas no se prevén estrictamente sanciones ni hay instrumentos eficaces para
garantizar su cumplimiento. Prevé también formas de flexibilidad para países en vías de
desarrollo.

48. El Acuerdo de París presenta un gran objetivo a largo plazo: mantener el aumento de las
temperaturas medias globales por debajo de los 2 grados con respecto a los niveles
preindustriales, intentando aun bajar a los 1,5 grados. Todavía se está trabajando para consolidar
prácticas concretas de monitorización y facilitar criterios generales que permitan comparar los
objetivos de los distintos países. Esto dificulta una valoración más objetiva (cuantitativa) de los
resultados reales.

49. Después de algunas Conferencias con escasos resultados, y la decepción de la COP25 de
Madrid (2019), se esperaba revertir esta inercia en la COP26 de Glasgow (2021). Básicamente,
su resultado fue relanzar el Acuerdo de París puesto en duda por los condicionamientos y efectos
de la pandemia. Por lo demás, abundaron las “exhortaciones” cuya incidencia real era poco
previsible. Las propuestas tendientes a asegurar una transición rápida y efectiva hacia formas
alternativas de energía menos contaminantes no pudieron avanzar.

50. La COP27 de Sharm El Sheikh (2022) estuvo desde el inicio amenazada por la situación que
creó la invasión a Ucrania, que causó una importante crisis económica y energética. El uso del
carbón aumentó y todos querían asegurarse su abastecimiento. Los países en vías de desarrollo
consideraban una prioridad urgente acceder a la energía y a las posibilidades de desarrollo. Hubo
un claro sinceramiento al reconocer que de hecho los combustibles fósiles proveen todavía el
80% de la energía mundial y que su uso sigue en aumento.

51. Esta Conferencia egipcia fue un ejemplo más de la dificultad de las negociaciones. Podría
decirse que produjo al menos un avance en la consolidación del sistema de financiación por “las
pérdidas y los daños” en los países más afectados por los desastres climáticos. Esto parecía dar
nueva voz y mayor participación a los países en vías de desarrollo. Pero aun en esta cuestión
muchos puntos quedaron imprecisos, sobre todo la responsabilidad concreta de los países que
deben aportar.
52. Hoy podemos seguir afirmando que «los acuerdos han tenido un bajo nivel de implementación
11 porque no se establecieron adecuados mecanismos de control, de revisión periódica y de sanción
de los incumplimientos. Los principios enunciados siguen reclamando caminos eficaces y ágiles
de ejecución práctica». [32] También que «las negociaciones internacionales no pueden avanzar
significativamente por las posiciones de los países que privilegian sus intereses nacionales sobre
el bien común global. Quienes sufrirán las consecuencias que nosotros intentamos disimular
recordarán esta falta de conciencia y de responsabilidad». [33]

5. ¿Qué se espera de la COP28 de Dubai?

53. Los Emiratos Árabes Unidos hospedarán la próxima Conferencia de las Partes (COP28). Es
un país del Golfo Pérsico que se caracteriza por ser un gran exportador de energías fósiles, si
bien ha hecho importantes inversiones en energías renovables. Mientras tanto, las empresas de
gas y petróleo ambicionan nuevos proyectos allí para ampliar más aún la producción. Decir que
no hay nada que esperar sería un acto suicida, porque implicaría exponer a toda la humanidad,
especialmente a los más pobres, a los peores impactos del cambio climático.
54. Si confiamos en la capacidad del ser humano de trascender sus pequeños intereses y de
pensar en grande, no podemos dejar de soñar que esta COP28 dé lugar a una marcada
aceleración de la transición energética, con compromisos efectivos y susceptibles de un
monitoreo permanente. Esta Convención puede ser un punto de inflexión, que muestre que todo
lo que se ha hecho desde 1992 iba en serio y valió la pena, o será una gran decepción y pondrá
en riesgo lo bueno que se haya podido lograr hasta ahora.
55. A pesar de tantas negociaciones y acuerdos, las emisiones globales siguieron creciendo. Es
verdad que se puede afirmar que sin estos acuerdos habrían crecido todavía más. Pero en otros
temas relacionados con el medio ambiente, cuando hubo voluntad, se obtuvieron resultados muy
significativos, como ocurrió con la protección de la capa de ozono. En cambio, la transición que se
necesita, hacia energías limpias como la eólica y la solar, abandonando los combustibles fósiles,
no tiene la velocidad necesaria. Por consiguiente, lo que se está haciendo corre el riesgo de
interpretarse sólo como un juego para distraer.
56. Necesitamos superar la lógica de aparecer como seres sensibles y al mismo tiempo no tener
la valentía de producir cambios sustanciales. Sabemos que, a este ritmo, sólo en pocos años
superaremos el límite máximo deseable de 1,5 grados centígrados y en poco tiempo más
podríamos llegar a los 3 grados, con un alto riesgo de alcanzar un punto crítico. Aunque no se
llegara a este punto de no retorno, lo cierto es que las consecuencias serían desastrosas y
deberían tomarse medidas de modo precipitado, con costos enormes y con gravísimas e
intolerables consecuencias económicas y sociales. Si las medidas que tomemos ahora tienen
costos, estos serán muchos más pesados mientras más esperemos.
57. Considero imprescindible insistir en que «buscar sólo un remedio técnico a cada problema
12 ambiental que surja es aislar cosas que en la realidad están entrelazadas y esconder los
verdaderos y más profundos problemas del sistema mundial». [34] Es verdad que son necesarios
los esfuerzos de adaptación frente a los males que son irreversibles en el corto plazo. También
son positivas algunas intervenciones y avances tecnológicos que permitan absorber o capturar los
gases emitidos. Pero corremos el riesgo de quedarnos encerrados en la lógica de emparchar,
colocar remiendos, atar con alambre, mientras por lo bajo avanza un proceso de deterioro que
continuamos alimentando. Suponer que cualquier problema futuro podrá ser resuelto con nuevas
intervenciones técnicas es un pragmatismo homicida, como patear hacia adelante una bola de
nieve.

58. Terminemos de una vez con las burlas irresponsables que presentan este tema como algo
sólo ambiental, “verde”, romántico, frecuentemente ridiculizado por los intereses económicos.
Aceptemos finalmente que es un problema humano y social en un variado arco de sentidos. Por
eso se requiere un acompañamiento de todos. Suelen llamar la atención en las Conferencias
sobre el clima las acciones de grupos que son criticados como “radicalizados”. Pero en realidad
ellos cubren un vacío de la sociedad entera, que debería ejercer una sana “presión”, porque a
cada familia le corresponde pensar que está en juego el futuro de sus hijos.

59. Si hay un interés sincero en lograr que la COP28 sea histórica, que nos honre y ennoblezca
como seres humanos, entonces sólo cabe esperar formas vinculantes de transición energética
que tengan tres características: que sean eficientes, que sean obligatorias y que se puedan
monitorear fácilmente. Esto para lograr que se inicie un nuevo proceso destacado por tres
aspectos: que sea drástico, que sea intenso y que cuente con el compromiso de todos. No es lo
que ocurrió en el camino recorrido hasta ahora, y sólo con ese proceso se podría recuperar la
credibilidad de la política internacional, porque únicamente de esa manera concreta será posible
reducir notablemente el dióxido de carbono y evitar a tiempo los peores males.

60. Ojalá quienes intervengan puedan ser estrategas capaces de pensar en el bien común y en el
futuro de sus hijos, más que en intereses circunstanciales de algunos países o empresas. Ojalá
muestren así la nobleza de la política y no su vergüenza. A los poderosos me atrevo a repetirles
esta pregunta: «¿Para qué se quiere preservar hoy un poder que será recordado por su
incapacidad de intervenir cuando era urgente y necesario hacerlo?». [35]

6. Las motivaciones espirituales

61. A los fieles católicos no quiero dejar de recordarles las motivaciones que brotan de la propia
fe. Aliento a los hermanos y hermanas de otras religiones a que hagan lo mismo, porque
sabemos que la fe auténtica no sólo da fuerzas al corazón humano, sino que transforma la vida
entera, transfigura los propios objetivos, ilumina la relación con los demás y los lazos con todo lo
creado.

A la luz de la fe

62. La Biblia narra que «Dios miró todo lo que había hecho, y vio que era muy bueno» ( Gn 1,31).
De Él es «la tierra y todo lo que hay en ella» ( Dt 10,14). Por eso Él nos dice: «La tierra no podrá
venderse definitivamente, porque la tierra es mía, y ustedes son para mí como extranjeros y
huéspedes» ( Lv 25,23). Entonces, «esta responsabilidad ante una tierra que es de Dios implica
que el ser humano, dotado de inteligencia, respete las leyes de la naturaleza y los delicados
equilibrios entre los seres de este mundo». [36]

63. Por otra parte, «el conjunto del universo, con sus múltiples relaciones, muestra mejor la
inagotable riqueza de Dios». Por consiguiente, para ser sabios, «necesitamos captar la variedad
de las cosas en sus múltiples relaciones». [37] En este camino de sabiduría, no es irrelevante
para nosotros que desaparezcan tantas especies, que la crisis climática ponga en riesgo la vida
de tantos seres.

64. Jesús «podía invitar a otros a estar atentos a la belleza que hay en el mundo porque él mismo
estaba en contacto permanente con la naturaleza y le prestaba una atención llena de cariño y
asombro. Cuando recorría cada rincón de su tierra se detenía a contemplar la hermosura
sembrada por su Padre, e invitaba a sus discípulos a reconocer en las cosas un mensaje divino».
[38]

65. Al mismo tiempo, «las criaturas de este mundo ya no se nos presentan como una realidad
meramente natural, porque el Resucitado las envuelve misteriosamente y las orienta a un destino
de plenitud. Las mismas flores del campo y las aves que él contempló admirado con sus ojos
humanos, ahora están llenas de su presencia luminosa». [39] Si «el universo se desarrolla en
Dios, que lo llena todo, entonces hay mística en una hoja, en un camino, en el rocío, en el rostro
del pobre». [40] El mundo canta un Amor infinito, ¿cómo no cuidarlo?

Caminar en comunión y compromiso

66. Dios nos ha unido a todas sus criaturas. Sin embargo, el paradigma tecnocrático nos puede
aislar del mundo que nos rodea, y nos engaña haciéndonos olvidar que todo el mundo es una
“zona de contacto”. [41]
67. La cosmovisión judeocristiana defiende el valor peculiar y central del ser humano en medio
del concierto maravilloso de todos los seres, pero hoy nos vemos obligados a reconocer que sólo
es posible sostener un “antropocentrismo situado”. Es decir, reconocer que la vida humana es
incomprensible e insostenible sin las demás criaturas, porque «todos los seres del universo
estamos unidos por lazos invisibles y conformamos una especie de familia universal, una sublime
comunión que nos mueve a un respeto sagrado, cariñoso y humilde». [42]

68. Esto no es producto de nuestra voluntad, tiene otro origen que está en la raíz de nuestro ser,
ya que «Dios nos ha unido tan estrechamente al mundo que nos rodea, que la desertificación del
suelo es como una enfermedad para cada uno, y podemos lamentar la extinción de una especie
como si fuera una mutilación». [43] Así terminamos con la idea de un ser humano autónomo,
todopoderoso, ilimitado, y nos repensamos a nosotros mismos para entendernos de una manera
más humilde y más rica.

69. Invito a cada uno a acompañar este camino de reconciliación con el mundo que nos alberga, y
a embellecerlo con el propio aporte, porque ese empeño propio tiene que ver con la dignidad
personal y con los grandes valores. Sin embargo, no puedo negar que es necesario ser sinceros y
reconocer que las soluciones más efectivas no vendrán sólo de esfuerzos individuales sino ante
todo de las grandes decisiones en la política nacional e internacional.

70. No obstante, todo suma, y evitar entre todos un aumento de una décima de grado en la
temperatura global ya puede ser suficiente para evitar algunos sufrimientos a muchas personas.
Pero lo que importa es algo menos cuantitativo: recordar que no hay cambios duraderos sin
cambios culturales, sin una maduración en la forma de vida y en las convicciones de las
sociedades, y no hay cambios culturales sin cambios en las personas.

71. El esfuerzo de los hogares por contaminar menos, reducir los desperdicios, consumir con
prudencia, va creando una nueva cultura. Este solo hecho de modificar los hábitos personales,
familiares y comunitarios alimenta la preocupación frente a las responsabilidades incumplidas de
los sectores políticos y la indignación ante el desinterés de los poderosos. Advirtamos entonces
que, aun cuando esto no produce de inmediato un efecto muy notable desde el punto de vista
cuantitativo, sí colabora para gestar grandes procesos de transformación que operan desde las
profundidades de la sociedad.

72. Si consideramos que las emisiones per cápita en Estados Unidos son alrededor del doble de
las de un habitante de China y cerca de siete veces más respecto a la media de los países más
pobres, [44] podemos afirmar que un cambio generalizado en el estilo de vida irresponsable
ligado al modelo occidental tendría un impacto significativo a largo plazo. Así, junto con las
indispensables decisiones políticas, estaríamos en la senda del cuidado mutuo.

73. «Alaben a Dios» es el nombre de esta carta. Porque un ser humano que pretende ocupar el
lugar de Dios se convierte en el peor peligro para sí mismo.
Dado en Roma, en la Basílica de San Juan de Letrán, el 4 de octubre, Fiesta de san Francisco de
Asís, del año 2023, décimo primero de mi Pontificado.

FRANCISCO

[1] Conferencia de los Obispos Católicos de Estados Unidos, Global Climate Change Background,
2019.
[2] Asamblea Especial del Sínodo de los Obispos para la Región Panamazónica, Documento final,
octubre 2019, 10: AAS 111 (2019), 1744.
[3] Simposio de las Conferencias Episcopales de África y Madagascar (Sceam), African climate
dialogues communiqué, Nairobi, 17 octubre 2022.
[4] Cf. Intergovernmental Panel on Climate Change (IPCC), Climate Change 2021, The Physical
Science Basis, Cambridge and New York 2021, B.2.2.
[5] Cf. Íd., Climate Change 2023, Synthesis Report, Summary for Policymakers, B.3.2. Para el
Informe 2023 se hace referencia a
https://www.ipcc.ch/report/ar6/syr/downloads/report/IPCC_AR6_SYR_SPM.pdf.
[6] Cf. United Nations Environment Program, The Emissions Gap Report 2022:
https://www.unep.org/resources/emissions-gap-report-2022.
[7] Cf. Oficina Nacional de Administración Oceánica y Atmosférica, Earth System Research
Laboratories, Global Monitoring Laboratory, “Trends in Atmospheric Carbon Dioxide”:
https://www.gml.noaa.gov/ccgg/trends/
[8] Cf. IPCC, Climate Change 2023, Synthesis Report, Summary for Policymakers, A.1.3.
[9] Cf. ibíd., B.5.3.
[10] Estos datos del Intergovernmental Panel on Climate Change se basan en aproximadamente
34.000 estudios; cf. IPCC, Synthesis Report of the Sixth Assessment Report (20/03/2023): AR6
Synthesis Report: Climate Change 2023.
[11] Cf. IPCC, Climate Change 2023, Synthesis Report, Summary for Policymakers, A.1.2.
[12] Cf. ibíd.
[13] Carta enc. Laudato si’ (24 mayo 2015), 101: AAS 107 (2015), 887.
[14] Ibíd., 105: AAS 107 (2015), 889.
[15] Ibíd., 106: AAS 107 (2015), 890.
[16] Ibíd., 104: AAS 107 (2015), 888-889.
[17] Ibíd., 105: AAS 107 (2015), 889.
[18] Ibíd., 139: AAS 107 (2015), 903.
[19] Ibíd ., 220: AAS 107 (2015), 934.
[20] Cf. S. Sörlin – P. Warde, “Making the Environment Historical. An Introduction”, en Íd., Nature’s
End: History and the Environment, Basingstoke – New York 2009, 1-23.
[21] Carta enc. Laudato si’ (24 mayo 2015), 139: AAS 107 (2015), 903.
[22] V. Soloviev, Los tres diálogos y el relato del anticristo, Madrid 2016, 195.
[23] Cf. S. Pablo VI, Discurso a la FAO en su 25 aniversario (16 noviembre 1970), 4: AAS 62
(1970), 833.
[24] Carta enc. Fratelli tutti (3 octubre 2020), 11: AAS 112 (2020), 972.
[25] Ibíd ., 174: AAS 112 (2020), 1030.
[26] Ibíd ., 172: AAS 112 (2020), 1029.
[27] Ibíd .
[28] Cf. ibíd., 170: AAS 112 (2020), 1029.
[29] Ibíd.
[30] Ibíd., 175: AAS 112 (2020), 1031.
[31] Carta enc. Laudato si’ (24 mayo 2015), 179: AAS 107 (2015), 918.
[32] Ibíd., 167: AAS 107 (2015), 914.
[33] Ibíd., 169: AAS 107 (2015), 915.
[34] Ibíd., 111: AAS 107 (2015), 982.
[35] Ibíd., 57: AAS 107 (2015), 870.
[36] Ibíd., 68: AAS 107 (2015), 874.
[37] Ibíd., 86: AAS 107 (2015), 881.
[38] Ibíd., 97: AAS 107 (2015), 886.
[39] Ibíd., 100: AAS 107 (2015), 887.
[40] Ibíd ., 223: AAS 107 (2015), 938.
[41] Cf. D.J. Haraway, When Species Meet, Minneapolis 2008, pp. 205-249.
[42] Carta enc. Laudato si’ (24 mayo 2015), 89: AAS 107 (2015), 883.
[43] Exhort. ap. Evangelii gaudium (24 noviembre 2013), 215: AAS 105 (2013), 1109.
[44] Cf. United Nations Environment Program, Emission Gap Report 2022:
https://www.unep.org/resources/emissions-gap-report-2022.
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