Cristo es nuestra paz… derribó el muro de enemistad que nos separaba
(cf. Efesios 2, 14).
Los Obispos católicos de Colombia expresamos nuestro más profundo dolor y
preocupación frente a las expresiones de violencia que se manifiestan en diferentes
regiones del país, particularmente en la del Catatumbo.
Las actuales confrontaciones armadas que cobran la vida de decenas de personas de
nuestra población y que obligan al desplazamiento de numerosas familias y
comunidades, no solo vulneran los derechos humanos fundamentales, sino que
agudizan el sufrimiento de niños, mujeres y personas en estado de indefensión,
desgarrando el tejido social y humano, y abriendo nuevas heridas a la nación.
Como Iglesia Católica estamos cerca de quienes sufren, oramos por quienes han
fallecido y expresamos toda nuestra solidaridad con las víctimas de esta violencia
absurda. Nos unimos al dolor de las familias que han perdido a sus seres queridos y
acompañamos con esperanza a quienes han sido desplazados y viven bajo la sombra
de la inseguridad y el temor. Apoyamos a los Obispos de las diócesis de Tibú, Ocaña
y Cúcuta, especialmente afectadas por este drama.
Una vez más afirmamos que la violencia no es el camino. La violencia engendra más
violencia, genera pérdidas humanas irreparables, siembra más odio, división y
pobreza, y trae consecuencias funestas para la familia humana.
Pedimos a los actores armados cesar inmediatamente las hostilidades y respetar el
derecho internacional humanitario, garantizando la protección de las comunidades y
el respeto por la vida humana. Llamamos al Gobierno Nacional y a las instituciones
públicas a retomar el diálogo con determinación y a dar continuidad a la
implementación de los acuerdos de paz.
Renovamos nuestro compromiso de seguir presentes en el territorio, ofreciendo ayuda
humanitaria, apoyo psicosocial y asistencia espiritual a las familias afectadas al
tiempo que reiteramos nuestro esfuerzo por trabajar junto a las comunidades en la
reconstrucción del tejido social y la promoción de iniciativas de reconciliación y paz.
Exhortamos a todas las personas de buena voluntad a sumar esfuerzos en la atención
de las víctimas, reconociendo que cada acción solidaria es un paso hacia la
restauración de la dignidad y la esperanza en estas comunidades.
Agradecemos e invitamos a la comunidad internacional y a las organizaciones de
cooperación a redoblar sus esfuerzos en el acompañamiento hacia una paz estable y
duradera en Colombia.
En medio del dolor y la incertidumbre, afirmamos que la paz es posible. Estamos
convencidos de que el compromiso y el trabajo en torno al diálogo, al perdón, a la
reconciliación y a la paz será un verdadero signo de esperanza para todos.
Conscientes del poder de la oración, invitamos a los creyentes y a todo hombre y
mujer de buena voluntad a unirse a la jornada de oración que llevaremos a cabo el
próximo domingo 26 de enero en todos nuestros templos. Unidos al Papa Francisco,
confiamos “que con la ayuda de todos se pueda superar la multiplicidad de los
conflictos que lastiman al país desde hace demasiado tiempo” (Discurso al Cuerpo
Diplomático; Roma, 9 de enero de 2025).
Nos encomendamos a la intercesión de Nuestra Señora de Chiquinquirá y llamamos
a todos los colombianos a reavivar la esperanza en un país reconciliado y en paz en
este año jubilar.